Para una adecuada contextualización de las aplicaciones clínicas de estas consideraciones es conveniente diferenciar niveles de gravedad y cambios ualitativos en los diversos trastornos que aquejan a las personas, según se comprometa en mayor o menor grado sus capacidades adaptativas y de desarrollo personal. En este sentido en acuerdo con Krawchik y col. (1994,1996) se diferencian: a) comportamientos característicos, que suponen un modo de expresar características (o patrones de conducta) que pueden generar malestar o sufrimiento, pero que se admiten como tolerables por las personas y no alcanzan a producir mayores dificultades de adaptación a las exigencias del medio; b) comportamientos como trastorno, que
perturban el desarrollo y/o reducen las posibilidades adaptativas (pero no las eliminan) de las personas, y por lo tanto generan considerables restricciones en su desarrollo (afectivo-emocional, familiar, social, laboral etc.); y c)Comportamientos patológicos que son aquellos que perturban en forma severa las posibilidades adaptativas de las personas, generalmente con una disminuida conciencia de sus déficits, y con anclaje en el desarrollo de habilidades socioafectivas y
personales necesarias para una vida satisfactoria y con futuro (Tabla 1).
Tabla 1. Diferenciación operativa del comportamiento según niveles de gravedad y cambios cualitativos
El COMPORTAMIENTO COMO PROPIEDADES
Característica
⇒ Suponen la expresión de características o actitudes (patrones de
conducta) que pueden generar malestar o sufrimiento.
⇒ Son tolerables por las personas.
⇒ Sin mayores dificultades de adaptación a las exigencias de su medio.
Trastorno
⇒ Generan mayor malestar o sufrimiento, que provoca restricciones en el
desarrollo afectivo, familiar, social, laboral etc.
⇒ No son tan tolerables por las personas.
⇒ Reducen las posibilidades de adaptación (pero no se eliminan).
Patología
⇒ Fuente de profundo malestar o sufrimiento que ocupa su vida.
⇒ Perturbación severa de la adaptación ambiental, aún para las
actividades de la vida diaria (AVD).
⇒ Cronicidad frecuente y configuración de un estilo de vida.
⇒ Conciencia disminuida de sus déficits.
⇒ Anclaje en el desarrollo socioafectivo y personal necesarios para una
vida satisfactoria y con futuro (restricción severa del aprendizaje).
Siguiendo esta línea de trabajo, se observa que el comportamiento como patología
(frecuentemente de alta cronicidad) compromete alteraciones del sistema nervioso, y por lo tanto exige su estudio a la luz de los avances en el campo de las neurociencias y las ciencias del comportamiento. Cuando se trata de características o desajustes por inadecuados modos de encarar un problema, es posible intentar con éxito estrategias de modificación del comportamiento. Pero si se trata de conductas que responden a patologías cerebrales o modalidades neurofuncionales que ponen en riesgo la calidad de vida, la situación es muy diferente. Ello exige entre otras cosas, el conocimiento de mecanismos neurofuncionales y neurodinámicos, como de mecanismos de refuerzo de los síntomas (propios de toda conducta que opera en un medio y tiene consecuencias). En tal sentido, diversos autores (Creack, 1986;
Krawchik, 1989, 1994; Mias, 1993; Krawchik y col., 1994, 1996) ya reconocen la necesidad de integrar estrategias cognitivo conductuales en la terapéutica neuropsicológica, considerando tanto los efectos que el aprendizaje tiene en la reorganización de las funciones cerebrales y la conducta, como en el sobredimensionamiento de las diversas patologías por efecto de la interacción de los síntomas con su medio. Se consideran para ello dos aspectos fundamentales:
1) El aspecto neuropsicológico:
Hace referencia a las modalidades operativas y funcionales del individuo enfrentado
ante tareas resolutivas de problemas. Ello supone la evaluación de distintas funciones cerebrales (características sensoperceptivas, atencionales, de memoria, procesamiento del tiempo y el espacio, de las emociones, del lenguaje y el pensamiento entre otras), como de modalidades de procesamiento de la información condicionadas al medio ambiental del paciente. Se entiende aquí por modalidades de procesamiento de la información como aquellas formas preferenciales o “estilos” relativamente estables de percibir, conceptualizar y organizar la información, que se corresponden con distintas estrategias de análisis y síntesis, y con las cuales se codifica la experiencia y se interpreta el mundo circundante. En tal sentido los diferentes test neuropsicológicos o conjuntos de pruebas que se intentan utilizar, no pueden de ninguna manera construirse como un modelo universal y paradigmático de las funciones cerebrales. Estas se organizan a partir de los aprendizajes que el individuo adquiere en su medio particular. Los resultados de baterías de test con puntajes normatizados, no serán nunca reflejo de las verdaderas características operativas de la persona, siendo importante la valoración cualitativa (Luria,
1973 ; Manga, 1987) y conductual de las diferentes estrategias de resolución. Dado que no se pueden evaluar las funciones cerebrales por sí mismas, no tienen existencia independiente de la conducta (Krawchik, 1994). Los objetivos del examen neuropsicológico se detallan a continuación (Esquema 1), presentando en forma anexa un protocolo que sintetiza el examen empleado para tal fin (Anexo 1).
1. Objetivos del examen Neuropsicológico
⇒ Describir las manifestaciones normales como patológicas de las funciones cerebrales, considerando tanto los procesos alterados como los conservados.
⇒ Conocer la fisiopatología de las manifestaciones de la funciones cerebrales.
⇒ Determinar un diagnóstico clínico neuropsicológico y topográfico cerebral.
⇒ Conocer las modalidades funcionales de procesamiento de la información.
⇒ Conocer la personalidad premorbida y el medio interaccional de la persona.
⇒ Proponer una terapéutica con programas de reorganización de las funciones cerebrales, y de reacomodación a su hábitat y niveles de rendimiento, a través de:
a- La recuperación o compensación de las funciones afectadas.
b- El empleo de recursos basados en funciones conservadas, con el aprendizaje de
nuevas estrategias de resolución de problemas.
c- Consideración del aspecto afectivo-emocional en el trabajo terapéutico.
2) El Análisis Funcional del Comportamiento:
Permite identificar las condiciones que refuerzan las conductas consideradas como
problema. En coincidenica con Fernandez Ballesteros (1994) se piensa que “una posición socioambiental no impide un importante papel etiológico de factores fisiológicos, genéticos u otros factores no ambientales... sin embargo, el hecho de tener en consideración factores biológicos no merma el objetivo principal de la evaluación conductual: indagar sobre las condiciones ambientales que pueden ser relevantes a la conducta objeto de estudio”. Se agrega que en muchas oportunidades esas condiciones ambientales impiden o no favorecen una adecuada reorganización funcional de la función cerebral superior por desconocimiento de su fisiopatología y/o de sus modalidades funcionales. En este sentido, la ventaja del análisis funcional del comportamiento (AFC) reside en el conocimiento y ajuste de dichas condiciones,
y en el análisis de las secuencias conductuales y la elaboración de programas de conducta con correspondencias neurofuncionales.
martes, 12 de mayo de 2009
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