viernes, 8 de mayo de 2009
EL CEREBRO
En primer lugar el cerebro como el hombre es producto de la evolución. En ella muchos
cambios con fines adaptativos han dejado su huella, registrándose una riqueza de conexiones y circuitos neuronales que hacen posible una plasticidad conductual necesaria para acomodarse a las distintas circunstancias ambientales. Se admite que los estados cambiantes del organismo influyen sobre la conducta, siendo la actividad nerviosa la privilegiada en dicha influencia. Existe numerosa evidencia en este sentido, que no solo atañe a las funciones primarias del SN (reflejos, sensaciones y movimientos) sino también a expresiones psicológicas complejas (motivaciones, emociones, lenguaje, pensamiento etc.). Numerosas investigaciones se orientan por interrogantes sobre las estructuras nerviosas involucradas en dichos procesos (Sander, Oberling, Silveira y col. 1993; Jernigan, Hesselink, Sowell y Tallal 1991; Ledoux, 1992), como los distintos grados de activación neurofuncional tanto para la
conducta normal como patológica (Lassen, Ingvar y Skinhoj, 1976; O’Tuama y Treves, 1993;Starkstein y Vázquez, 1993; Wolfe, 1996) y las modalidades de aprendizaje y de
procesamiento de información (Majovski y Jacques, 1982 ; Obrzut y Hynd, 1981;Portellano Perez, 1992; Ardila, 1995; Lyon, 1996). Otras investigaciones en cambio, mediante estudios de linkage genético (D’amato y Mallet, 1992 ; Mendlewicz e Hirsch, 1992) que cuentan con un número creciente de marcadores, intentan aislar el compromiso genético implicado en la etiología de diversos trastornos; mientras que otros trabajos (Bolulenger, Bisserbe y Zarifian, 1992; Haefely y col., 1992; Barr, Godman y Price y cols., 1992; Hoehn-Saric, Pearlson, Harris y cols., 1991) avanzan en modelos neuroquímicos y farmacológicos en diversos trastornos primarios o frecuentemente asociados como ansiedad, depresión, estados obsesivos y afectivos. Por otro lado la actividad nerviosa no es independiente de la actividad endocrina e
inmunológica , siendo creciente las evidencias de una interacción recíproca. Diversos autores (Aarli, 1983; Maier, Walkins y Fleshner, 1994) consideran la psiconeuroinmunología como la interface entre la conducta, el cerebro y el sistema inmunológico; mientras que otros investigadores, con un amplio rango de metodologías intentan comprender las perspectivas pisquiátricas de dichas relaciones (Stein y Trestman, 1990; Rubinow y Schmidt, 1996).
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