viernes, 8 de mayo de 2009

LA CONDUCTA



La consideración de la conducta en relación a la actividad cerebral, exige no solo su
descripción y evaluación, sino el conocimiento de sus motivaciones, y el complejo psicológico
que le da individualidad y pertenencia. Se considera que de las diversas formas de experiencia
(aprendizaje) las personas desarrollan actitudes o supuestos que a su vez generan cogniciones
(ideas, creencias, valores, imágenes etc.) que configuran un modo particular de conocer y
estructurar (percibir) el mundo. Estos esquemas que se organizan sobre la base del lenguaje,
orientan tanto la atención y percepción selectiva de los estímulos ambientales, como el
pensamiento y la acción. Igualmente las emociones influyen en la conducta, y son a su vez
influidas o modeladas por las cogniciones, en cuyo caso se trata de afectividad (expresiones
emocionales influidas por las cogniciones). Distintos autores (Crottaux, 1991; Krawchik, 1993a)
coinciden en que los afectos están influenciados por las cogniciones, aunque la naturaleza de sus
relaciones aún no sean del todo claras. La transformación de las emociones (sensaciones físicas
de agrado o desagrado con cambios fisiológicos) en afectos (placer, tristeza, miedo, ansiedad
etc.) depende de la interpretación de la situación, y no de la situación en sí misma (Crottaux,
1991). Por otro lado, se considera aquí como se verá más adelante, que no solo las ideas (con
sustento afectivo-emocional) nos orientan en el conocimiento del mundo, sino también
particulares modalidades de procesamiento de la información con correspondencias
neurofuncionales.

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