lunes, 28 de septiembre de 2009

Otras consideraciones para orientar


A medida que el ayudado empieza a actuar, aparecen los problemas asociados con la acción. El orientado experimenta cambios tanto beneficiosos como dolorosos, encuentra éxitos y fracasos, además, la acción puede descubrir nuevos problemas o nuevas dimensiones de problemas ya explorados. El orientador debe estar preparado para estas posibilidades, repitiendo el proceso de ayuda si es necesario.

También el orientador debe estar abierto al ayudado que elige no cambiar. Hay cierta clase de inercia y pasividad en el modo de ser de mucha gente que hace difícil y perturbador el cambio para ellos.

Algunos orientadores pueden cometer dos errores muy comunes: nunca llegar a la Etapa III o empezar con la Etapa III. Ambas opciones son desfavorables. En la primera, permanecer en las aguas seguras de las Etapa I y II vuelve inefectivo el proceso de ayuda pues no logra ni siquiera los objetivos de dichas etapas. En la segunda, empezar por la Etapa III quita la base del proceso de ayuda y deja sin raíz a la acción. En ambos casos el orientador satisface las necesidades propias más que las del ayudado, violando uno de los principios primarios de la orientación: la ayuda es para el orientado.

Aún cuando es verdad que muchos debates todavía siguen: modificación de conducta versus terapias de relación, introspección versus acción, ayuda como un proceso de influencia social versus ayuda como un proceso de colaboración; muchos orientadores están optando por un eclecticismo integrado que sirva a las necesidades del ayudado más efectivamente. Nuevas y más refinadas técnicas de modificación de conducta, nuevas metodologías de solución de problemas y nuevos enfoques de programas de acción se están elaborando. La última prueba a que se someten no es si estas estrategias encajan dentro de un sistema teórico sino si ellas llenan las necesidades de los ayudados.

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